Nos abre los ojos...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 6 de marzo de 2005, Domingo IV de Cuaresma del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Ciego1. HAY MUCHOS MODOS DE VER, Y MUCHOS MODOS DE ESTAR CIEGO... Hay quienes desde su nacimiento han estado privados del sentido de la vista. A quienes no nos ha sucedido esto, nos resulta imposible imaginarnos un mundo en el que no se pueden ver formas y colores. Sin embargo, quienes han nacido sin el sentido de la vista, han desarrollado mucho más que nosotros los otros cuatro (el oído, el olfato, el gusto y el tacto), de modo que pueden percibir el mismo mundo en el que nosotros estamos, con toda claridad...

AnteojosHay otros que por una enfermedad o por un accidente han perdido en parte o totalmente la vista. Ellos, con un esfuerzo mayor o menor, según el caso, han tenido que aprender a prescindir de un sentido que en su momento tenía, y reemplazarlo con el desarrollo de los otros, para poder moverse en este mundo que antes veían y en el que ahora tienen que percibir sólo con los otros sentidos...

Corazón latienteOtros, finalmente, aunque tengamos en suficiente buen estado la vista, puede sucedernos más de una vez que tengamos alrededor de nosotros cosas que son para todos evidentes, y que sin embargo nosotros no alcanzamos a ver. Yo recuerdo que, en los primeros tiempos de mi ministerio sacerdotal, reemplazé por un mes a un párroco que se había tomado vacaciones. El último día de ese mes, cuando entré a la Iglesia para celebrar la Misa, le pregunté a unos fieles que estaban allí cuándo habían puesto esa imagen del la Virgen del Carmen (así se llamaba la Parroquia), que ahora veía al lado del altar. Ellos me contestaron que siempre había estado allí, desde que se hizo esa Iglesia. Lo curioso es que yo, después de estar celebrando Misa allí todo un mes, recién el último día alcancé a darme cuenta de esa imagen...

Pero además, no sólo con la vista se ve. También con el corazón y con la inteligencia se pueden ver muchas cosas que escapan al sentido de la vista, o se las puede dejar de ver. Por eso es que existe ese refrán tan cargado de sabiduría popular, que nos dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por eso también hoy Jesús quiere abrirnos, no sólo los ojos, sino también el corazón, para que queramos y podamos ver, a la luz de la fe...

Bautismo2. LA FE NOS ABRE LOS OJOS, PARA QUE VEAMOS LO QUE DE OTRO MODO NO SE PUEDE VER... Nosotros nacemos de nuevo, para la Vida que viene de Dios, en el Bautismo. Y cuando somos bautizados, recibimos el don de la fe. Esto no da una nuevo horizonte, ya que a partir del Bautismo nuestra vida tiene un destino de eternidad. Con los ojos de la fe, recibida en el Bautismo, podemos ver mucho más allá de aquello que podemos captar con cualquiera de los sentidos, o con todos ellos juntos. Con los ojos de la fe nos abrimos al sentido profundo de la vida y lo que en ella nos toca hacer para alcanzar la meta de Vida eterna a la que Dios nos ha llamado, el Cielo. La fe nos permite mirar las cosas de otro modo, concentrándonos en lo que es verdaderamente importante, sin caer en distracciones o discusiones estériles, como las de los fariseos, que se pelean entre ellos y discuten porque Jesús curó al ciego de nacimiento en un día sábado, en el que no se podía trabajar, en vez reconocer que hizo lo que ellos no eran capaces de hacer...

Jesús cura al ciegoEl mal se hace ver todo el tiempo, y hace mucho ruido. Sin embargo, como nos recuerda Juan Pablo II en su último libro testimonial, publicado a fines del mes pasado, Memoria e identidad, el mal está derrotado para siempre, porque en la Cruz Jesús le dio una enorme paliza de la que no se puede recuperar, porque ha sido vencido para siempre, haciendo del dolor un camino hacia la salvación y de la muerte un camino hacia la Vida. Si todavía el mal tiene alguna presencia, es sólo porque Dios lo permite, para que su presencia nos incentive para hacer el bien...

Los ojos de la fe nos permiten percibir el triunfo definitivo, que nos muestra Jesús desde la Cruz, del bien sobre el mal, y nos permiten también sumarnos a él. De manera silenciosa, como Jesús en la Cruz, sin levantar la voz, y haciendo siempre el bien. Como nos decía el Papa con palabras de San Pablo en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del pasado 1 de enero, no nos tenemos que dejar vencer por el mal, sino que tenemos que vencer el mal con el bien (cf. Romanos 12, 21)...

Como el ciego, al que Jesús le abrió los ojos, también nosotros podemos ponernos en sus manos, para que nos abra cada día los ojos de la fe, a través de su Palabra y sus Sacramentos. De hecho, eso es lo que intentamos hacer de una manera especialmente intensa en este tiempo de Cuaresma en el que nos preparamos para celebrar la Pascua, en la que renovamos nuestro compromiso bautismal, ya que la Vida que recibimos en este Sacramento llega a nosotros por la muerte y la Resurrección redentora de Jesús. Poniéndonos en las manos de Jesús, dejándonos purificar por Él la mirada de la fe, encontraremos todo el bien que cada uno de nosotros, desde el lugar y en la ocupación o en la tarea en la que habitualmente nos desempeñamos, podemos hacer...

Jesús y la LuzLuz3. RENOVANDO NUESTRO BAUTISMO, PODEMOS VIVIR A LA LUZ DE LA FE... Desde el día de nuestro Bautismo, con el que nos llamó a la Vida eterna, Jesús llena de luz nuestra vida y nuestro camino, con la fe. De esta manera, cada vez que renovamos lo que en nosotros hizo el Bautismo, se llena de luz el camino de nuestra vida, y encontramos lo que ella tenemos que hacer, para alcanzar la meta a la que hemos sido llamados...

En el trato cotidiano, en la tarea de cada día, con el vecino y con el hermano, la luz de la fe nos ayuda a saber lo que nos toca hacer. Con el que está cerca y con el que nos resulta lejano, con el amigo y con el adversario, con el que piensa igual y con el que disentimos en todo, con todos ellos podemos intentar, movidos por la fe, ser más buenos, justos y veraces, ya que, como nos ha dicho hoy San Pablo, estos son los frutos de la luz, con la que Jesús nos señala el camino, aún en medio de las tinieblas que nos rodean en este mundo oscuro en el que vivimos. Preparándonos a renovar nuestro Bautismo en la celebración de la Pascua, podremos hacer todo a la luz de la fe...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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