Nos hace falta la sed...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 27 de febrero de 2005, Domingo III de Cuaresma del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Sed1. NECESITAMOS LA SED, PARA QUE NOS AVISE LO QUE NOS ESTÁ FALTANDO... Estos días pasados, en los que hizo mucho calor, y no refrescaba a la noche, seguro que tomábamos mucho líquido, más que lo habitual. Y eso porque teníamos también más sed que la habitual. Esto nos muestra hasta qué punto nos resulta útil la sed, porque nos avisa que nos está faltando agua para mantener el equilibrio necesario de nuestra realidad corporal. No hay que olvidarse que, según los que saben, el 70 % de nuestro organismo está constituido por agua. Si no fuera por la sed, correríamos el peligro de deshidratarnos muy fácilmente...

CorriendoLa sed también resulta muy útil cuando en nuestro organismo hay alguna sustancia en exceso, que es necesario eliminar. Si comemos mucha sal, o si nos sube el nivel de la glucosa en la sangre, nuestro organismo trata de eliminar el exceso a través de la orina, y entonces nos crece la sed, porque se hace necesario reponer el agua que perdemos a través de ese proceso...

Además, si aumentamos el ejercicio, por ejemplo saliendo a correr, la transpiración nos ayuda a bajar la temperatura del cuerpo, pero al mismo tiempo elimina una cantidad de líquido de nuestro organismo, por lo que inevitablemente nos sube la sed, avisándonos que lo tenemos que reponer...

EnfermoSin embargo, es posible que la sed no funcione bien. Eso nos pasa cuando estamos enfermos. El peligro de deshidratarnos puede llegar a ser muy grave, porque no sólo se hace difícil o imposible recuperar la salud en esa condición, sino que puede agravarse la enfermedad. Por eso, cada vez con más facilidad, ante cualquier enfermedad, si perdemos el hambre y la sed, inmediatamente nos inyectan suero, que, entre otras cosas, impide que nos deshidratemos...

En todo caso, hablamos de la sed no sólo cuando se trata de la necesidad que tiene nuestro organismo del agua. Lo hacemos también de manera figurada. Por ejemplo, cuando vemos deportistas que se esfuerzan por alcanzar sus metas, enseguida concluimos que los mueve la sed del triunfo. De hecho, ni el mejor de los delanteros de un equipo de fútbol haría muchos goles, sino lo moviera la sed de triunfos...

De la misma manera, podemos decir con seguridad que nuestra sed no se agota en lo que podemos beber. Es mucho más profunda, ha sido sembrada por Dios mismo en lo más profundo de nuestro corazón, y podemos decir que se trata de nuestra sed de trascendencia, nuestra sed de eternidad. En definitiva, tenemos sed de Dios, ya que no sólo fuimos hechos por Él, sino que fuimos hechos para Él. Como decía San Agustín en una oración: "Nos hiciste, Señor, para Ti, y mi corazón está inquieto hasta que repose en Ti". Por eso, hoy Jesús, a través de su encuentro con una mujer samaritana, quiere enseñarnos a calmar esa sed...

Cascada2. SÓLO EL AMOR DE DIOS PUEDE CALMAR TODA NUESTRA SED..."Si conocieras el don de Dios", dice Jesús a una mujer samaritana. Dios tiene un don capaz de calmar nuestra sed. Ese don es su Amor. Es un regalo gratuito, que no se paga, sólo hay que pedirlo y Él lo regala, por eso lo llamamos también "gracia". La gracia de Dios, el Amor que Dios puede derramar sobre nuestros corazones, es el único que es capaz de sanar nuestra sed de eternidad...
 
En nuestro tiempo sucede con demasiada frecuencia que estamos "enfermos" de consumismo, corriendo con demasiada frecuencia y demasiada energía detrás de cosas que no alcanzan a saciar nuestra sed más profunda, que será siempre nuestra sed de eternidad y nuestra sed de Dios. Por eso esa sed se encuentra quizás muchas veces acallada, silenciada, sepultada detrás de un montón de cosas que sólo nos suman angustia o intranquilidad. Necesitamos, entonces, momentos especiales, en los que nos dediquemos con atención especial, a prestar atención a nuestra sed más esencial, nuestra sed de Dios, nuestra sed de eternidad. Eso es lo que hacemos en este tiempo de Cuaresma, un tiempo de "vuelta a Dios", que tiene que ayudarnos a percibir nuestra sed más esencial...

ZambullidaSe trata de conocer el don de Dios, y para eso hace falta recuperar el sentido de la sed, de esa sed profunda que nos lleva a la búsqueda del Amor de Dios, con el que Él quiere inundar nuestros corazones, para que vivamos de lo esencial y para lo esencial. Se trata, en este tiempo, de zambullirse de lleno en el Amor de Dios, con el que Él nos habla a través de su Palabra, y con el que Él se manifiesta a través de sus Sacramentos, haciéndonos alcanzar lo único que verdaderamente nos puede saciar...

A nosotros, que quizás estemos tan acostumbrados a contar siempre con estos auxilios con los que Dios viene a socorrernos que ni siquiera los tomamos en cuenta con la debida atención, a nosotros que tenemos a nuestra disposición estas fuentes inagotables de su Amor y de su gracia, nos puede venir bien recordar el modo en que alguien que se consideraba a sí mismo agnóstico, nos describía en una poesía, lo que para él consistía una ilusión y para nosotros es una realidad que Dios pone todos los días al alcance de nuestras manos. Nos decía Antonio Machado, en esta poesía en la que describía, aún sin conocerla, lo que nosotros llamamos "gracia", es decir, el Amor de Dios derramado sobre nosotros:

"Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión! / que una fontana fluía / dentro de mi corazón. / Dí, acequia escondida: / ¿de dónde vienes hasta mí, / manantial de nueva vida / de donde nunca bebí? / .../ Anoche cuando dormía / soñé, bendita ilusión, / ¡que era a Dios a quien tenía / dentro de mi corazón!
(Aquí se puede ver el texto completo de la poesía).

Jesús y la SamaritanaManantial3. DIOS NOS LLAMA A BEBER DE SU FUENTE, PARA SER TESTIGOS DE SU AMOR...En este tiempo de Cuaresma, entonces, para prepararnos a celebrar el Amor de Dios, que desde la Cruz nos llama y nos lleva a la Resurrección, se trata, sobretodo, de acudir con más insistencia, a la fuente en la que es posible saciar nuestra sed más profunda. Esa fuente es el mismo Jesús. El que beba del agua que Él nos da, nunca más volverá a tener sed...

Bebiendo del Amor de Dios podremos encontrar los caminos para saciar el hambre y la sed que hoy hay a nuestro alrededor, el hambre y la sed de las cosas que no se agotan, y que nos pueden saciar de verdad. La Palabra de Dios y los Sacramentos son hoy para nosotros la fuente en la que podemos alimentarnos de este Amor de Dios. Son los signos eficaces del Amor de Jesús, el Agua Viva, manantial de Vida Eterna, capaz de calmar nuestra sed...

Pero, además, bebiendo de esa fuente, que nunca se agota, nos convertiremos nosotros mismos en fuente para los demás. Jesús nos dice que el agua que Él nos dará se convertirá en nosotros en manantial que brotará hasta la Vida eterna. Alimentados con el Amor de Dios, nosotros mismos podremos ser sus testigos, y podremos hacer algo para acercar este alimento imprescindible a todos los que nos rodean, para que también ellos se puedan saciar...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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