Hay que prepararse con amor...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 20 de noviembre de 2005,
Solemnidad de Cristo Rey del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en dos de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Así habla el Señor: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi
rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando
está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y
las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día
de nubes y tinieblas. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a
descansar -oráculo del Señor-. Buscaré a la oveja perdida, haré volver
a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero
exterminará a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con
justicia. En cuanto a ustedes, ovejas de mi rebaño, así habla el Señor:
Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y chivos (Ezequiel
34, 11-12 y 15-17).
- Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre venga en
su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él
separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los
cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de
mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el
comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer;
tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo,
y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver".
Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te
dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de
paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o
preso, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que
cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo
hicieron conmigo". Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí,
malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus
ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed,
y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y
no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Estos, a su vez,
le preguntarán: "Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento, de paso
o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?". Y él les
responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo". Estos irán al
castigo eterno, y los justos a la Vida eterna» (Mateo 25, 31-46).
1.
CUANDO ALGO NO ANDA BIEN, LO PRIMERO
QUE PENSAMOS ES QUE LA CULPA LA TIENE "OTRO"... La primera reacción cuando
surge un problema suele ser buscar las excusas, que nos libren del peso
de la responsabilidad...
Los Obispos argentinos acaban de entregarnos una Carta
Pastoral cuya finalidad es presentarnos el Compendio de
Doctrina Social de la Iglesia editado el año pasado por la Santa Sede,
y cuya traducción al castellano se ha presentado recientemente, para
ayudarnos a volcar una mirada de fe sobre la realidad en la que
vivimos, y encontrar los caminos que nos ayuden a responder desde la fe
ante los desafíos de nuestro tiempo...
En esta Carta los Obispos asumen
los cinco principios de la Doctrina Social de la Iglesia (el bien
común, que nos compromete a todos, el destino universal de los bienes,
que deben servir a todos, la subsidiaridad, de aplicación no sólo a la
economía sino también a la educación y a muchos otros ámbitos de la
vida social, la participación de todos en la vida común y la
solidaridad, que nos hace a todos responsables de la suerte de todos),
y sus cinco valores principales (la verdad, la libertad, la justicia y
la caridad), y nos ayudan a ver las situaciones y cuestiones concretas
en las que deberíamos esforzarnos por aplicarlos en nuestra nación,
tanto y hace tanto tiempo golpeada. Puede ser una tentación, a la que
hay que escapar, leer esta Carta buscando quedar "libres de culpa y
cargo", como si alguien pudiera decir que las circunstancias que
vivimos en nuestra patria fueran sólo consecuencia de las culpas de
"los otros", mientras que a nosotros sólo nos corresponde la
inocencia...
Lo mismo parecen hacer los que en la parábola
de hoy Jesús pone a su izquierda, acusándolos de su falta de piedad,
porque tuvo hambre y no le dieron de comer, tuvo sed y no le dieron de
beber, estaba de paso y no lo alojaron, desnudo y no lo vistieron,
enfermo y preso y no lo visitaron. Ellos buscan sus excusas, diciendo
que nunca se lo encontraron a Jesús en esas situaciones, pero esas
excusas no los disculparán, ya que cada vez que no lo hicieron con el
más pequeño de sus hermanos, les dice Jesús, es decir, de nuestros
propios hermanos, es con Él que no lo han hecho...
Ante los niños que en las grandes ciudades de nuestra patria piden por
la calle los bienes más elementales que no tienen para subsistir, ante
la creciente pérdida de la cultura del trabajo que va siendo
reemplazada por la dádiva (utilizada para comprar "favores" de manera
desvergonzada, degradando tanto al que abusando de su autoridad da como
propio lo que no es suyo como al que recibe de ese modo lo que tiene el
derecho y el deber de recibir como fruto de su trabajo), ante la falta
de educación, que retrasa por muchos años la posibilidad del
resurgimiento de generaciones enteras que quedan sumidas en la mayor
pobreza, que no es precisamente la económica, ¿quién puede lavarse las
manos, distrayéndose con acusaciones a otros, como si no tuviera nada
que ver, y hubiera recién aterrizado en estas tierras, proveniente de
no sé qué galáctica de supuestos e inocentes salvadores de la patria?...
2. JESÚS SIEMPRE NOS ESPERA EN LOS MÁS
PEQUEÑOS DE NUESTROS HERMANOS... Jesús nos llama a través de las
necesidades de cada uno de nuestros hermanos para que vayamos a su
encuentro, para que vayamos a atenderlo con nuestra buena voluntad y
nuestro amor...
Todos nosotros sabemos que hay chicos que se mueren de hambre en
algunos lugares de nuestros país. Lo sabemos porque Caritas
presta un enorme servicio atendiendo a niños y adultos. Lo sabemos y lo
saben los Obispos, que conocen y alientan el trabajo de Caritas
y de otras instituciones de hombres de buena voluntad, que hace ya
mucho tiempo vienen dando a niños y a adultos, en muchos lugares, todo
lo que tienen para comer y para atender a sus necesidades más básicas.
No necesitamos, para saberlo, que la televisión y la radio nos lo digan
y nos lo muestren, como lo hacían unos años atrás, en los momentos más
críticos de las crisis que hemos pasado. Tendríamos derecho, incluso, a
desconfiar de las olas de imágenes que nos inundan cuando la pobreza se
convierte en noticia, ya que hemos conocido los tiempos en los que se
ha utilizado vilmente el hambre para hacer campañas políticas cuando se
acerca una elección. El hambre y la pobreza, la falta de trabajo y de
la voluntad de educar están presentes también cuando no salen en los
medios masivos de comunicación. Esta foto, que nunca salió en los
medios, nos muestra a un señor que, en Tartagal, tres años atrás,
recibía en una misión de padres franciscanos el alimento que le
permitía mantenerse en pie...
Allí nos espera Jesús, en cada uno de los más
pequeños de nuestros hermanos, que claman desde sus necesidades, y nos
muestran el rostro de Cristo que se acerca a nosotros, esperando el
amor como el fruto preciado de nuestra fe. Dios nos hizo a su
semejanza, y en lo que más nos parecemos es precisamente en nuestra
capacidad de amar, es decir, de ocuparnos de las necesidades de
nuestros hermanos, sin más interés que su propio bien. Un amor,
entonces, que no es sólo un sentimiento más o menos duradero, sino una
decisión perseverante de ocuparnos del bien de nuestros hermanos,
haciendo por ello todo lo que está en nuestras manos...
Tengamos en cuenta que, a la hora del balance final, cuando
lleguemos a las puertas del Cielo, Jesús no nos preguntará cuántas
veces nos hemos confesado, cuántas veces hemos ido a Misa, o cuántas
veces o cuántos Rosarios hemos rezado. Todas estas prácticas de piedad
nos ayudarán a alimentar y expresar nuestro amor a Dios, y a
fortalecernos para vivir perseverantemente comprometidos en el amor,
sobretodo cuando recibamos como pago la ingratitud o la indiferencia.
Pero a la hora del balance final Jesús simplemente nos pondrá a prueba,
con el filtro del amor, que pondrá en evidencia si lo hemos atendido en
nuestros hermanos pequeños...
3. HAY QUE PREPARARSE CON AMOR
PARA LA FIESTA DEL REINO DE DIOS, EL CIELO... Como hemos dicho ya en el
Domingo
pasado, y también en el Domingo
anterior, el Cielo, que es la fiesta completa y total del amor
de Dios, no se improvisa. Por esta razón, sólo con amor el corazón se
enancha de una manera tal que se hace capaz de disfrutar el Cielo...
Hay que tener en cuenta, sin
embargo, que en el medio del amor está la Cruz. Porque se trata de una
amor capaz de construir paciente y perseverantemente el bien de
nuestros hermanos. Son los gestos de amor de cada día, grandes o
pequeños, con los que acudimos en auxilio del que tiene hambre o sed,
del que está sin techo o sin ropa, del que está enfermo o en la cárcel,
los que nos preparan para la fiesta del Amor de Dios...
Las necesidades de los que en nombre de Dios golpean a nuestra puerta
podrán ser las que Jesús menciona en la parábola de hoy, u otras
semejantes. Pero seguirán siendo siempre estos "embajadores de Jesús",
con quienes Él se identifica, hasta el punto de decirnos que cuando los
atendemos a ellos es a Él a quien atendemos y cuando los dejamos sin
respuestas es a Él a quien hemos dejado de atender, los que vengan a
golpear nuestra puerta. De la misma manera, seguirá siendo sólo la
respuesta del amor la que nos vaya preparando para la fiesta del Cielo.
Hoy celebramos a Jesús como Rey, culminando el año litúrgico en el que
hemos ido recorriendo todo su misterio, desde que comenzamos a preparar
la Navidad pasada. Es momento para tener en cuenta que el Reino de
Dios, que se manifestará plenamente en el Cielo, es el Reino del amor.
Y es con el amor con el que se anticipa y se prepara el Cielo...
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: