Cómo hay que recibirlo...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 19 de diciembre de 2004, IV Domingo de Adviento del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Adorno navideño1. EL CLIMA DE LA NAVIDAD SE PREPARA DE A POCO Y ENTRE TODOS... Aunque la Navidad llega igual, incluso si no la preparamos, para vivirla con toda intensidad hay que dedicarle tiempo, incluso antes de que llegue. El clima de la Navidad, por otra parte, no lo podrán poner sólo los signos externos, aunque es muy probable que estos no falten. En los negocios, en las casas, en las calles, en los lugares públicos, todos se encargan de poner coronas, moños, cintas, botas, campanitas, etc., una cantidad de adornos que nos señalan la cercanía y la presencia de la Navidad. Todo eso lleva mucho tiempo, y para hacerlo bien hay que hacerlo entre todos. Pero con eso no alcanza...

Corona de AdvientoTambién hacen falta los signos religiosos. Por eso utilizamos, por ejemplo, la Corona de Adviento, de origen nórdico, y vamos encendiendo en ella cada Domingo una vela más, hasta que hoy hemos llegado a tener las cuatro encendidas, señalándonos de esta manera que la Navidad ya está a las puertas, esperándonos...

Además, a partir del 8 de diciembre, según algunas costumbres, o partir del 16 de diciembre, llegada la novena previa a la Navidad, según otras, vamos armando en las casas los Pesebres, que nos representan físicamente el lugar del nacimiento de Jesús, con todos los detalles, según el caso, que queramos darle a esa representación...

PesebreSin embargo, ni siquiera con eso alcanza. Porque hasta allí estamos todavía "anclados" en el pasado. Y la celebración de la Navidad no consiste sólo recordar lo que una vez pasó, hace ya más de dos mil años, sino de volver a vivirlo, como en aquel tiempo, para recibir todos los frutos que este misterio de Dios hecho hombre sigue derramando sobre cada uno de nosotros. En definitiva, celebrar la Navidad consiste en hacerle un lugar a Dios que viene a nosotros, trayéndonos la salvación que aspiramos y que necesitamos. Eso ciertamente requiere una preparación paciente, que de manera ideal se hace de a poco durante el Adviento, para que nuestro corazón se vaya disponiendo como un Pesebre (pero que, llegado el caso, podemos hacer "a los apurones" en estos días), y entre todos, porque Jesús viene de una manera especial a nosotros, como familia, a la que ha querido bendecir con el don de la fe que nos ha congregado en la Iglesia...

Anunciación2. EL ESPÍRITU SANTO SIEMBRA EN MARÍA, Y EN NOSOTROS, LA VIDA QUE VIENE DE DIOS... El Espíritu Santo obró en María el misterio de la Encarnación. Por obra del Espíritu Santo, la que estaba desposada con José (es decir, había celebrado la primera parte, el "contrato jurídico" de su matrimonio, pero no convivía con quien sería su esposo recién después de la celebración familiar, que todavía no se había celebrado), engendró en su seno a Jesús, Hijo de Dios hecho hombre. Así, la vida de Dios, que ella llevaba en sí desde su concepción inmaculada por el misterio de la gracia, fue sembrada en María, y recibió a la fuente de la gracia, Jesús, nuestro salvador...

Calle ciudadEste misterio ocurrido en María es también signo y fuente de lo que Dios realiza en nosotros. Esa Vida de Dios, sellada con su amor inclaudicable en el altar de la Cruz, se ha convertido en fuente de salvación para todos nosotros, que hemos sido llamados a la Vida eterna, a la Vida de Dios, por puro don de su gracia. Llamados a vivir en este misterio y a partir de este misterio, nuestra vida se convierte en una misión. La Navidad tiene que llegar a nuestra ciudad y a nuestro tiempo. Y eso sólo podrá suceder a través de la Vida que viene de Dios, y Él mismo siembra en cada uno de nosotros. No serán los adornos, no serán los regalos (cuyo sentido y significado en la Navidad es corresponder, con nuestra propia y generosa donación hacia las personas que queremos, al Amor con el que Dios nos ha regalado, dándonos a su Hijo), los que pongan de fiesta a la ciudad con la Navidad, sino la Vida que viene de Dios, y que el Espíritu Santo siembra en nosotros para que la hagamos llegar a todos...

FamiliaSe me ocurre pensar, por ejemplo, en este tiempo de una fiesta tan familiar como la Navidad, precisamente en la realidad de la familia, que vemos tan golpeada y asediada en nuestro tiempo. Por supuesto, servirá, y habrá que estar atentos para ello, todo lo que podamos hacer para que no se sigan corrompiendo las leyes que en nuestra realidad tienen que custodiar este bien de todos y célula básica de la sociedad que es la familia. Pero seguramente servirá aún más que, viviendo con intensidad en nuestras propias familias la integridad y la firmeza del amor que viene de Dios, tratando de encarnar el misterio de la familia de Nazareth, imagen en la tierra de Dios que, como decía Juan Pablo II, no es un solitario sino que Él mismo es familia, seamos espejo en el que la luz de Dios se refleje y se haga visible para todos los que nos rodean. En definitiva, será recibiendo la Vida que viene de Dios, e impregnando con ella toda la realidad que nos rodea, que haremos posible que la Navidad esté presente en ella...

Adviento 43. EN EL PESEBRE, MARÍA Y JOSÉ NOS ENSEÑAN CÓMO HAY QUE RECIBIRLO A JESÚS... Para eso es urgente e irreemplazable que aprendamos a recibir a Jesús, que viene a nosotros en esta Navidad. Y es el Pesebre el que nos permite realizar cada día ese aprendizaje...

En el Pesebre no está sólo el marco exterior (que, volviendo a la imagen que hemos ido completando durante todo el Adviento, puede asimilarse a toda la preparación externa de la Navidad). Ni siquiera alcanza con que estén en él los maderos que sostendrán a Jesús (los mismos, quizás, que después permitirán hacer la Cruz). En el Pesebre están también María y José, con sus manos extendidas, para recibirlo a Jesús. Ellos nos enseñan que, abriéndonos al Espíritu Santo, que siembra en nosotros la Vida que viene de Dios, podremos recibir a Jesús, que viene a salvarnos en esta Navidad. María y José, con su disponibilidad y docilidad, por la que cambian sus planes para aceptar los de Dios, nos enseñan a recibir la salvación, que esperamos y necesitamos. Por supuesto, como a ellos, también a nosotros nos llegará, una vez que hayamos oído y recibido lo que Dios nos dice y nos trae en el Pesebre, el momento de obedecer a Dios, en quien ciertamente podemos confiarnos...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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