Los signos de la salvación...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 12 de diciembre de 2004, III Domingo de Adviento del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Desconcierto1. ¿ES JESÚS EL QUE PUEDE SALVARNOS, O DEBEMOS ESPERAR A OTRO?... Vemos que se desmorona la cultura occidental y cristiana. Pacientemente, y con el testimonio y la palabra de los cristianos, se pasó de una cultura pagana a una sociedad construida desde la fe, a una cultura cristiana, en la que brillaron valores como la familia, el respeto por la vida, el valor de la virtud, todo lo que heredamos de nuestros padres. Hoy, si leyéramos los titulares de los periódicos, o miráramos un poco de televisión, veríamos que todo eso parece deshacerse a pedazos. Quedan los crucifijos, al menos en algunos lugares, aunque no sabemos por cuanto tiempo más (en los hospitales, en las aulas, en los despachos de los Jueces y de los gobernantes, en las oficinas de los empresarios), pero la fe parece estar casi siempre ausente de muchos de esos lugares...

Llanto amargoDescepciónNuestras propias expectativas personales pueden verse frustradas. Quizás hemos apostado a ser buenos, creyentes, piadosos, bondadosos, y quizás nos parece que les va mejor a los que tomaron el camino opuesto. Por el camino que hemos elegido, hemos terminado siendo pobres, quizás amargados, frustrados en nuestras aspiraciones, tristes, olvidados de los que tendrían que ver nuestros méritos, y, aunque no nos aplaudieran, al menos deberían ocuparse de felicitarnos o darnos algunas palmeadas en el hombro...

También San Juan Bautista debe haber pasado una situación similar. El, con su predicación, señaló la venida del Salvador, que cambiaría la suerte de su pueblo, inaugurando un Reino triunfal. Y se encuentra con Jesús, que no hace grandes cambios, sólo predica y hace algunos milagros, mientras él ha sido encarcelado. Su pregunta puede ser la nuestra: ¿Es Jesús el que puede salvarnos, o debemos esperar a otro?...

Niño de la LuzCruz y Cielo2. JESÚS NOS MUESTRA DÓNDE ESTÁN LOS SIGNOS DE LA SALVACIÓN QUE ÉL NOS TRAE... Hoy, como en tiempos de Jesús, hay ciegos que comienzan a ver, paralíticos que alcanzan a caminar, sordos que pueden oír y leprosos que quedan purificados: a cada uno le llega en el momento oportuno (que no siempre es el que nosotros consideramos según nuestra limitada forma de ver las cosas) lo que le hace falta, porque Dios siempre actúa con misericordia. Esto sucede a través de muchas personas que, movidos por la fe y por el amor de Dios, prestan sus ojos, sus manos, y sus pies a los que los tienen enfermos, ponen su tiempos, sus oídos y su corazón al servicio de los demás. Pero la salvación que nos trae Jesús va aún más a fondo. Los muertos resucitan, porque Jesús murió y resucitó para salvarnos, y la Buena Noticia es anunciada a los pobres, que esperan de Dios la salvación. Por eso, la salvación que nos trae Jesús nace en los tiernos maderos del Pesebre pero madura en los esforzados maderos de la Cruz...
 
Isidro y voluntarioJesús vino, en Belén, para sanar nuestros corazones y volverlos hacia Dios. De esta manera, nos ha acercado entre nosotros, y nos ha enseñado a vivir como hermanos. No hace lo que a nosotros nos toca, pero nos muestra cómo hacerlo. Jesús no vino a enseñar economía (aunque con sus Palabras nos da la clave para hacer una economía más humana, que ponga a cada hombre, y no lo que hace o produce, en el centro de nuestras preocupaciones). Jesús no vino a organizar los partidos políticos (aunque su enseñanza es clave para quien quiera ser un buen político, que haga de su tarea un servicio útil para los demás). Jesús no vino para dirigir los equipos de fútbol para que puedan ser campeones (aunque su Palabra es clave, para hacer del deporte una actividad sana, que lleve al encuentro y a la fraternidad). Jesús no nos dejó un manual con todas las indicaciones para organizar un Hogar de Ancianos como una casa donde sus residentes vivan sus últimos días en un clima de familia lleno de alegría y de amor, pero los santos, como la Beata Juana Jugan, viviendo con intensidad su fe, han aprendido a hacerlo a la luz del Evangelio. Y lo mismo podríamos encontrar revisando todas y cada una de nuestras actividades habituales. En cada una de ellas, tomarse en serio el Evangelio y decidirse a vivirlo con integridad transforma nuestra vida, a la luz del Pesebre y de la Cruz que llevan al Cielo...

Adviento 33. JESÚS ES NUESTRA SALVACIÓN, Y YA VIENE. ESPERÉMOSLO BIEN DESPIERTOS... Jesús ya viene, pero no podemos sentarnos a esperarlo de brazos cruzados. Necesitamos, en cambio, estar bien despiertos y con las puertas del corazón abiertas, en vigilante espera, de pie. No alcanza el "marco externo" de fiesta que tienen estos días, que podríamos imaginar representado por el establo. Tampoco alcanza sólo el Pesebre que podemos hacer en nuestro corazón para recibirlo a Jesús. Además es necesario que comprometamos nuestras manos, como símbolo de todo nuestro ser, para estar despiertos y activos, como San José junto al Pesebre. Tenemos que estar dispuestos a aceptar sus signos de la salvación, como San Juan el Bautista en la cárcel, en vez de exigir los que nosotros queremos. Tenemos que estar despiertos y prestar nuestros ojos para que los ciegos vean, nuestras piernas para que los paralíticos caminen, nuestros oídos para  que los sordos oigan, dispuestos a vivir para los demás, y recuperar de este modo a Dios, Padre de todos, y fuente de la salvación para todos los que la quieren recibir...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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