Vino, viene y vendrá...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 28 de noviembre de 2004, Primer
Domingo
de Adviento del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las
siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos
Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No
levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para
la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor! (Isaías
2, 4-5).
- Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de
despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que
cuando
abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día.
Abandonemos las
obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de
la
luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en
la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas
ni
envidias. Por el contrario, revístanse del Señor
Jesucristo (Romanos 13, 11-14a).
- Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga el Hijo del hombre,
sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al
diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el
arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró
a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos
hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De
dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va
a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su
casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre
vendrá a la hora menos pensada" (Mateo 24, 37-44).
1. LAS FECHAS LLEGAN DE UNA
MANERA INEXORABLE, AUNQUE NO LAS
PREPAREMOS... Para eso basta que el Calendario avance, y siempre lo
hace, sin detenerse. Apenas "ayer" comenzaba el año 2004, y ahora ya
casi ha terminado. "Anteayer" comenzaba el nuevo milenio, y en pocos
días más estaremos comenzando el último año de su primer lustro. Los
días, las semanas y los años se suceden sin interrupción, uno tras
otro. Dentro de cada año, las estaciones se suceden también, según su
invariable sucesión, primavera, verano, otoño e invierno, sin
necesidad de que nosotros hagamos nada...
Ante esta secuencia
ininterrumpida que nos impone el tiempo, nosotros podríamos tener una
actitud resignada y pasiva, por la que nos limitáramos a mirar cómo
pasa el tiempo, lamentándonos cada tanto pensando que "todo tiempo
pasado fue mejor"...
Sin embargo, no hace falta que nos quedemos "quietos",
esperando simplemente que el tiempo pase, como si se tratara de un mal
ante el que no tenemos remedio, y frente al que nada podemos hacer,
salvo esperar que a través de la vida nos deposite en la muerte. El
tiempo no sólo "nos sucede", porque nosotros estamos dentro de él,
participamos activamente en lo que sucede a lo largo del tiempo, y por
eso podemos preparar lo que viene...
Esto resulta especialmente importante hoy, que comenzamos a preparar la
Navidad, en este primer Domingo de Adviento. Es una fiesta de familia,
en la que festejamos que Jesús vino, niño y pobre, a darnos la
salvación, que nos trajo con sus Palabras de Verdad y sus hechos de
Amor, al precio de su propia vida, que entregó gustoso en la Cruz, para
salvar la nuestra, condenada al fracaso del dolor y de la muerte...
En este tiempo hay que estar
prevenidos y despiertos, porque hay muchas cosas que
nos distraen, y puede ser que nos impidan preparar esta fiesta,
haciendo que pase tan rápido, que nos
quedemos sin ella o que nos quedemos sólo en la cáscara, sin llegar a
su
corazón. Quedarse en la cáscara sería dejarnos absorber por los adornos
de la casa, las
tarjetas de saludo, las comidas especiales, las despedidas de fin de
año, los regalos. Y todo esto de manera tal que dejemos pasar sin
trascendencia el Nacimiento de Jesús, que es el motivo de esta Fiesta
grande. De hecho, las fiestas comienzan ya desde el momento en que
comenzamos a prepararlas, sobretodo cuando las preparamos junto a
otros, como sucede con las fiestas de familia, como lo es por
antonomasia la de Navidad. Pero también vale decirlo de la fiesta del
Cielo, la última y definitiva, que comienza a vivirse desde el momento
en que comienza a preparársela. Por eso hoy Jesús quiere despertarnos,
para que no dejemos de prepararnos para la Navidad y para el Cielo...
2. VAMOS A RECIBIR A JESÚS, QUE
VINO EN BELÉN, VIENE CADA DÍA Y VENDRÁ
EL ÚLTIMO DÍA... "La salvación está ahora más cerca de nosotros que
cuando abrazamos la fe", nos dice San Pablo. Y él sabe que Jesús es
nuestra salvación. Si ahora está más cerca, es porque Jesús cada día
viene hacia nosotros...
Vino en Belén, donde nació débil, como todo niño, y pobre como hoy le
sucede a muchos niños. Y desde el pesebre avanzó implacable hasta la
Cruz, desde donde resucitó, para mostrarnos el camino de la salvación.
La Navidad, justamente, viene a recordarnos que Jesús vino de esa
manera y nos marcó ese camino. Por eso es clave que no nos dejemos
distraer por "los adornos" de la fiesta, y lleguemos a su corazón...
Lo que celebramos nos marca
cuáles son las cosas importantes, las que no podemos olvidar a la hora
de preparar la Navidad, para que sea una fiesta de Paz. "No más peleas
y envidias", nos dice San Pablo. Porque la paz, que es por antonomasia
el nombre de la Navidad, no caerá desde el Cielo, sólo porque nos
sentemos a esperarla. La paz requiere el esfuerzo de cada uno de
nosotros para entendernos con nuestros parientes, con nuestros vecinos,
con nuestros amigos, con nuestros conciudadanos, con nuestros enemigos,
con los que nos visitan y con los que nos olvidan, con los que nos
cuidan y con los que nos maltratan, con todos los hombres del mundo
entero...
"Con sus espadas forjarán
arados y podaderas con sus lanzas", nos dice Isaías. Esto nos tiene que
ayudar a comprender que las mismas cosas que hoy enfrentan a las
personas y a las naciones, a las familias y a los hemisferios, son las
que deberían unirlos. Los bienes materiales, los más necesarios e
imprescindibles para la vida, y los que son simplemente útiles, que en
nuestro tiempo vemos acumularse progresivamente en cantidades cada vez
mayores en grupos más reducidos, son los que podrían convertirse en los
vehículos del encuentro, que surgiría fácilmente si nos despertáramos
para recorrer el camino del amor fraternal al que Jesús nos ha
llamado...
Este camino reclama de nosotros el esfuerzo para entendernos, el
esfuerzo de dar espacio a nuestros hermanos en nuestros corazones. Y
mientras se acerca la Navidad, para recibir a Jesús que viene cada día
hacia nosotros, podríamos aplicar estos esfuerzos a la relación con
nuestros parientes, con nuestros vecinos, con nuestros amigos y
nuestros enemigos, buscando con oración, sacrificio, fe y alegría, para
preparar de la mejor manera esta Fiesta de familia...
Pero además, Jesús, que vino en Belén y viene cada día hacia nosotros,
también vendrá un día al final de la historia. En ese momento todo
quedará puesto delante de la mirada de Dios, todas las acciones de
todos los hombres, desde el primero hasta el último. Se verá "de un
solo golpe de vista" lo que ha sido la historia de cada uno, a lo largo
de todos sus días, y se harán evidentes los frutos del modo en que
hemos recibido a Jesús cada día...
3.
NO HAY TIEMPO QUE PERDER,
HAY QUE ESTAR DESPIERTOS: JESÚS LLEGA
ENSEGUIDA... Viene Jesús, y no hay tiempo que perder, porque antes que
nos demos cuenta, en poco más de cuatro semanas, estaremos celebrando
la Navidad...
Pero esta vez no podemos dejar que Jesús se quede solo en un pesebre.
Sabiendo que nos trae la salvación, a nosotros nos toca prepararle un
lugar donde Él pueda desplegar a sus anchas todo lo que tiene para
darnos...
Y
el mejor lugar, donde Jesús siempre querrá
estar, será nuestro corazón, y el de todos los hombres de todos
los
tiempos...
Jesús llega en esta Navidad, como llega también en cada
día, y
como vendrá también al final, a la hora de la verdad, que será para
cada uno de nosotros el último día de nuestra vida. Hay que estar
despiertos y dispuestos para recibirlo siempre, y del mejor modo...
Sólo de esa manera la Navidad podrá ser verdaderamente una fiesta de
Paz, a pesar de todo lo que pueda atentar contra ella (todos los modos
con los que se manifiesta el dolor, y su resumen culminante, que es la
muerte), porque recibiendo a Jesús, se puede vencer definitivamente el
dolor y la muerte...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: